Como no puede ser de otra manera el Tribunal Constitucional ha fallado en contra de determinados artículos del Estatuto Catalán aprobado en su día por el Parlamento Autonómico. Lo que sorprende es la tardanza de cuatro años en emitir su fallo, cuando para su resolución y con un simple conocimiento de la vigente Constitución Española por parte de los componentes del Alto Tribunal, su fallo inequívoco era cuestión de pocos días. Salvo que por conveniencias políticas del Gobierno de Zapatero, la postergación de su fallo le resultara conveniente, apartando de la opinión publica otros asuntos de mayor relieve.
Su esperado fallo anula el uso preferente del catalán en el contexto de la región catalana, cual parte importante de la nación. Parte importante, sí, ciertamente, pero alcanzada gracias al proteccionismo español que ha disfrutado de forma generosa en los tres últimos siglos, de manera tan especial como innegable.
Y por otra parte, si el TC no puede admitir la machacona y goebbelsriana actitud de adjudicar el titulo de nación a una región que nunca lo ha sido, es, porque de hacerlo, su razón de ser no sólo quedaría en entredicho, sino que se pondría a la misma altura de quienes laborando desde la mentira, han optado por el logro de un producto falso, sin etiqueta de homologación y a base de sucedáneos de dudosa originalidad.
Lo único de cierto en esta esperpéntica historia de pandereta es la existencia de unas fuerzas políticas catalanas que se han dedicado en los últimos treinta años a la manipulación del mayor numero posible de quienes viven en Cataluña para convencerles de que la nación catalana es una realidad, tanto en el pasado como en la actualidad.
Y en la confección de las falacias, se escondía la autenticidad de sus propósitos. Intenciones que de forma paulatina han ido floreciendo ante la perplejidad del pueblo español y el gozo de quienes siendo víctimas de su ignorancia, se ufanan de una intelectualidad de dudosa licenciatura.
Para lograr su fin, en la creación del canal autonómico TV3 y desde su primer día de emisión, tuvieron su mejor y más eficaz arma, siendo el único objetivo y razón fundamental de su implantación el uso de la propaganda política tendente a introducir en las mentes de su audiencia el reconocimiento de nación al conjunto de las cuatro provincias catalanas.
En toda su programación, tanto desde los espacios deportivos, como del tiempo, informativos, recreativos, culturales y pseudo culturales, tertulianos, en definitiva, de toda índole y condición, el mensaje sibilino del concepto de nación ha estado presente, calándolo tanto de forma explicita como implícita y sin descaro alguno.
Mayor descaro es, por cierto, que quienes “tomando como ejemplo” a TV3, cuestionen y critiquen a los demás entes autonómicos que a través de sus propios canales televisivos manipulan la vida política en el territorio de su competencia.