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29 abril 2010

BALTASAR GARZÓN, JUEZ, IDEÓLOGO Y SECTARIO

BALTASAR-GARZON juez ideologo y sectario

Fue por un breve instante; de repente sentí la sensación de escuchar cánticos de adhesión bajo el intenso arbolado de la Plaza de Oriente, al tiempo que las estatuas de los reyes godos que la circundan y con marcial precisión, elevaban su índice a la ceja de sus faces sonrientes.

¿Acaso no han pasado ya casi 40 años? me pregunté. Pero no, no podía ser. Demasiado el tiempo transcurrido. No son estos los mismos perros, ni con distintos collares; pero de lo que no hay duda es de que estos, son hijos de aquellos. Y como se dice que donde hubo siempre queda, pues ahí están, como un calco de adhesión, que si entonces se conocía como inquebrantable, ahora es manifiesta.

¿A quién puede sorprender pues que en esta España nuestra -en la que por cierto hay quienes consideran como casa ajena aunque chupen de ella- y a toque de corneta, lo más profundo de lo sectario, rancio y pseudo progre que se expande por la piel de toro se agrupen cual mesnada en defensa de Baltasar Garzón atacando al mismo tiempo a la alta Magistratura? Estado de Derecho que siempre han dicho defender y sin embargo ahora vilipendian con toda clase de improperios; tan propio de ellos.

Si Baltasar Garzón es considerado como juez estrella, tal calificativo nace de su propio entorno, que en pura lógica es quien mejor le conoce, alentada tal deferencia por una parte de prensa, sin que el resto (salvo los sectarios de siempre, los de la mesnada) haya salido en defensa del juez, igualmente conscientes de su narcisismo inveterado.

Por lo visto, son varias las razones que hacen posible que el Sr. Garzón sienta en sus propios glúteos la frialdad del banquillo:  sus presuntas prevaricaciones, sus chanchullos con el Sr. Botín, su autorización de escuchas ilegales, su aceptación impertérrita a las maquinaciones de El País de un sumario que él tenía la obligación de custodiar y su intento de juzgar a un hombre muerto. Decisión esta última que, más que cualquier otra cosa, produjo en su día “la mayor de las risotadas”. Grato premio nada desdeñable dado los tiempos de penuria y de caras angustiadas adueñados de la calle.

Juzgar a Garzón por chanchullos con un director bancario no deja de ser más que un titular de prensa para el relleno de cabeceras y aumento de sus tiradas. Sus presuntas prevaricaciones, como tantas otras que estamos viendo de todos los colores, serán, al igual que todas ellas, papel mojado en breves fechas. Y su intento de juzgar a un hombre muerto, no obedece más que a seguir las consignas de Zapatero para contribuir de tal guisa al enfrentamiento nacional, por aquello de la “conveniencia de la tensión constante entre los españoles” que tanto beneficia a la izquierda, según advierte el Presidente de Gobierno.

Todo una cortina de humo aireada por los grupos más dogmáticos, los tan pancarteros como cejudos que, libres de preocupaciones porque son ajenos a la crisis gracias a sus cuentas corrientes saneadas y ricos patrimonios, tienen el tiempo suficiente para tales devaneos.

Aquí la única pregunta que hay que hacer a Baltasar Garzón para ver cómo lo explica y cuál es su grado desfachatez, que supongo elevado, es por qué hace doce años se negó a juzgar los asesinatos de quienes están enterrados en Paracuellos, y ahora, sin embargo, juzga oportuno iniciar un proceso judicial contra quienes no comparten su ideología, precisamente la de aquellos cuyos padres y abuelos fueron asesinados sin juicio previo por los correligionarios afines a las ideas socialistas de Baltasar Garzón.

Y ese es el principal problema que tiene Baltasar Garzón: el que antes que juez sea ideólogo con aderezos de animadversión. Tendencia que si pensó pudiera serle eficaz para ejercer su frustrada vida política, como juez hace que se le vea el plumero, al tiempo que haya cuestionado su eficaz carrera, que si llena de luces, él mismo se ha encargado de enseñarnos sus sombras.

Mejor le valiera en su mezcla de juez, de político y de ideólogo, “juzgar” al auténtico malversador de la transición democrática en su intento y acierto de resucitar “las dos españas”, José Luís Rodríguez Zapatero, a quien llegada la ocasión será el pueblo español el encargado de juzgarle.

24 abril 2010

LA NUEVA TIRANÍA

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La tiranía y el poder se relacionan y como en su pretensión siempre se ofrecen como polos opuestos, su tendencia natural es la de unirse. Es un axioma tan irrefutable, como la evidencia de que la opresión y el despotismo sólo son posibles cuando en la escena aparece el poder.

Y son tantos los ejemplos de tiranía padecida por la sociedad desde el primer instante de su creación, que el detenernos en su historiografía sólo puede servirnos como objeto de recuerdo y con la mirada hacia atrás, sin caer en la cuenta de su rabiosa actualidad y cómo y de qué forma tan sibilina nos la ofrecen en bandeja de plata con reflejos dorados.

A diferencia de recientes tiranías basadas en la prohibición y en la persecución del oponente, principalmente, y de cuyas consecuencias éramos conscientes, la nueva tiranía ejercida desde el poder tiene en sí lo más dañino: lograr que en nuestra inconsciencia no nos sintamos sometidos.

A la prohibición por decreto, se le ha sustituido la autorización a todos los caprichos adictos al goce material de cualquier acto placentero, que si antes eran reprimidos, ahora nos los sirven como manjar exquisitos y para nuestro deleite, incluso incitándonos a su mayor prolijidad.

Para que la nueva tiranía pueda cumplir su fin propuesto sabe del mejor campo a abonar, que no es otro que el del mundo de la enseñanza, aprovechando la ocasión del derecho y obligación a participar en ella que tiene nuestra juventud. Por lo que el rizo va adquiriendo su forma, sin desdeñar la telebasura que invade los hogares, siendo el más claro ejemplo el de “La Noria”, producto televisivo en las antípodas de aquel en blanco y negro de “La Clave”, que tan pronto la izquierda llegara al poder, apartó de las ondas por sus altas cuotas de audiencia y por su ineficacia para sus planes.

Basta apartar de los sucesivos planes de enseñanza asignaturas tan básicas como la de humanidades y la de filosofía, propensas para un mejor discernimiento que tratan de anular, adulterar de paso nuestra historia unido con la eliminación en la aulas de la religión en su aspecto cultural, así como abundar en el desprestigio del latín cual origen de nuestra lengua de cuyo conocimiento fundamental nos llevaría a comprender en lo literal lo mejor de nuestro pasado, basta pues con todo ello, para dejarnos huérfanos y a merced del tirano.

Tirano, que a cambio de darnos todo lo que anteriormente teníamos prohibido, tiene a su rebaño asegurado y a la sazón inconsciente de su esclavitud. Esclavitud a la que está sometido como victima del falso goce que el poder le ofrece a cambio de su servidumbre. Con su “educación para la ciudadanía” en la que todo el monte es orégano, completan el bucle, y cualquier desliz que entorpezca el ansia del disfrute, producto de unos impulsos naturales a los que más que a educarnos a ellos nos inducen, como eficaz solución al mismo, presentan al aborto como un derecho ciudadano aderezado de pantalón vaquero progresista, cuando en realidad no es más que un acto violento y sangriento para solucionar un problema no deseado al que nos han encaminado. Aborto, cual fruto a esterilizar, como consecuencia de la oferta de un mundo feliz y que interesadamente nos presentan como halagüeño.

De todo esto nos habla el ilustre y marginado por los medios adictos al poder el escritor Juan Manuel de Prada en su libro “La nueva tiranía”. Incide en la anécdota de la constante propensión a lo peyorativo que encierran ciertas palabras, como es el caso de lo “tradicional” y de la “autoridad”, cuyas acepciones más publicitadas son las asociadas a lo retrogrado o carca, y a lo autoritario. Del conocimiento del latín se sabría entonces que lo primero significa transmisión: transmisión de conocimientos y a lo segundo, autorizado: propio de quien se ha ganado el derecho a transmitir sus conocimientos.

Inculcado todo este entramado en la juventud y a la sazón en la sociedad, “La nueva tiranía” cumple con su propósito, y nuevas generaciones les ofrecerán su incondicional servilismo a cambio de la ausencia de lo prohibido y de la oferta prometida de un paraíso terrenal en vida. Aunque eso si, por supuesto, absortos en la más inconsciente enajenación.

21 abril 2010

LA PELÍCULA MALDITA

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Decidido seguidor de la obra literaria de Arturo Pérez-Reverte, presto mucha atención a sus artículos domingueros en XLSemanal, siempre didácticos a la par que contrastados; sin desdeñar en ellos los hallazgos de amenas historias, así como el de un intenso anecdotario con recuerdos a viejos amigos del más diverso pelaje que, siempre humanos, se refleja en ellos desde el espíritu más noble al más deleznable, como fiel semblanza de nuestro devenir histórico, a cuyo conocimiento e investigación se dedica de forma encomiable el escritor cartagenero. Lo que le ha servido para el mejor conocimiento de la capacidad a que puede llegar el pueblo español, capaz de alternar heroicas hazañas en nombre de España, con las más execrables. Acciones éstas últimas, fruto de su ignorancia tanto en cuento son victimas de una manipulación perversa, correspondencia entonces que nos hace entender una y otra actitud. Y consecuencia a la postre, al sufrir en los últimos tiempos de “La Nueva Tiranía” denunciada en el excelente libro de Juan Manuel de Prada, a la sazón vecino de página en XLSemanal del ilustre D. Arturo, miembro éste de la Real Academia Española por obra de sus innegables meritos contraídos.

En ocasiones, Pérez-Reverte, dedica alguna de sus columnas para la recomendación a su lectura de aquellos libros que en su opinión no conviene desdeñar, bien por su amena lectura, bien por su riqueza literaria o bien por su contribución a la mejor comprensión de nuestro pasado y como eficaz ayuda para entender el presente.

En su Patente de Corso de este fin de semana y en “La película maldita”, nos habla y recomienda la visión de una versión española que estrenada en 1942, fue retirada a las pocas semanas de su estreno por la censura franquista, pero que recientemente, hace unos quince años, fue localizada una cinta hoy en posesión de la Filmoteca Española.

Se trata de la película “Rojo y Negro” de Carlos Arévalo, de cuya existencia lógicamente yo desconocía. Interesado en ella y gracias al Emule y por Internet, he conseguido su visión ambientada en el Madrid republicano de la guerra civil española.

No es mi intención hacer comentario alguno sobre la película, pues ahí está la afortunada crítica de Pérez-Reverte y el juicio que le merece su realización. Comentario que desde la libertad que atesora para sus juicios, su mayor ponderación reside en el vaticinio de que serán “los espectadores formados quienes disfruten de su visión”.

A mí lo único que se me ocurre es aprovechar la ocasión para dirigirme a la Academia del Cine Español, avezada en películas incidentes en este tema desde la transición democrática, y pedirles que acudan a la Filmoteca Española para que una vez vista la cinta, ver si encuentran en ella motivos suficientes para un nuevo guión basado en algunos de los aspectos que “Rojo y Negro” ofrece. Aspectos ignorados en la extensa filmografía de la Academia del Cine Español, y que como dice Pérez-Reverte, la película “nos sumerge en la noche oscura de la Guerra Civil, más que ninguna de las muchas películas realizadas sobre aquella tragedia en los últimos treinta y cinco años.

¡Qué buena ocasión para la “recuperación de la memoria histórica” tan en boga, si en realidad es de lo que se pretende!.

17 abril 2010

CARMEN ALBORCH Y SU GLOBO

Carmen Alborch y su globo

Hay mañanas que al levantarse uno se encuentra dentro de la normalidad, con un  sentimiento halagüeño que sucede, afortunadamente, la mayor de las veces. Otras, en cambio, no es que sean las sacudidas de un terremoto las que te invadan de terror, porque estas bromas, y otra vez afortunadamente, no las gasta la naturaleza por el barrio en el que vivo.

Sí, en cambio, en ocasiones, algo notas que funciona mal y la falta de presión en la conducción de agua inhabilita al calentador y la dulce ducha de agua caliente se convierte en una descarga electrizante que te hace mentar al diablo. O la cafetera que no funciona y la nueva señal de alerta empiezan a incomodarte.

Sales a la calle pues, y la mar de las veces, los buenos días de los habituales te hacen sentirte entonces más feliz al ver cómo te consideran y aunque hayas abandonado, pese a sus anomalías, la dulzura del hogar, notas que aún permaneces dentro de su confortabilidad.

-Buenos días Eduardo, ¿te hace un café?

Siempre es estimulante la grata compañía del amigo incondicional, juntos en la mesa del bar de la esquina, echando una mirada a las noticias del día que, salvo hecatombes de gran resonancia que den un giro al buen humor hasta entonces, suelen ser siempre malas; lo que por su cotidianidad ya esperada no nos motive lo suficiente para cambiar el semblante y te encaminen hacia cualquier tipo de depresión, dada la fortaleza que merced a la negatividad que siempre encierran los titulares de prensa, hayamos conseguido que la sensibilidad de nuestro corazón adquiera la rudeza del callo.

Pero, efectivamente, en ocasiones, algo inusitado nos sorprende y tras la noticia imprevista e inesperada que cubre la portada de hoy, un ligero temblequeo invade nuestro cuerpo, el mío y el de Eduardo, por el temor que produce saber que pueda se convierta en realidad una de las dos penalidades, de cuyas ausencias siempre hemos presumido, al menos la mayoría de los mortales.

Carmen Alborch, la narcisista relamida de “geganta” en las últimas elecciones municipales de tan mal recuerdo, al menos para ella, nos invita ahora a subir en globo en fechas próximas por el barrio del Cabanyal.

Espero no levantarme en fechas próximas y encontrarme con la noticia de que el Sr. Luna nos invite a la segunda de las penalidades de las que tantas veces hemos presumido ser las únicas no conocidas.

Aunque por las “ideas” que llevan ambos, de cosas peores son capaces.

14 abril 2010

LA CORRUPCIÓN DEL FARISEO

la corrupción del fariseo

Negar la existencia de la corrupción sólo es equiparable a la de la negación del ser humano y en la certeza de que cada cual tiene su precio, las excepciones son inescrutables. Negar su evidencia dentro de la clase política es la mejor definición que se puede aplicar al sectario que con su fidelidad a una ideología diestra en la venta de humo, hace bueno aquello de que “el humo ciega tus ojos”, tanto en cuanto se complementa con la totalidad de la mente a la que se desea anular.

Aquí tenemos y todos conocemos el ejemplo de los últimos treinta años de quienes saliendo a la palestra con jerseys y chaquetas de pana adquiridos de baratillos con barbas tan canas como abundantes, más como afiliados a una ideología política que por razones de esnob, no tardaron, sin embargo, en arrinconar su vestimenta, al tiempo que sus patrimonios y cuenta corrientes crecían al tiempo que menguaban sus largos pelos, que una vez “esculpidos” a navaja presumían de su nuevo look, cual imagen burguesa de la que ya no se avergonzaban una vez al cobijo del pesebre, bien fuera el del partido, bien el de la universidad a la que accedieron con dudoso ingreso, o bien al ocupar el cuerpo de asesores puestos al servicio de un felipismo cuyo único objetivo era el de enriquecerse, alertados por el anuncio de Solchaga, a quien en aquellos días todo el monte le semejaba orégano.

Pero si es el dinero, de singular y especial encanto, el objeto de la corrupción y en beneficio de quien la ejecuta, existen otras formas de corruptelas más miserables, más despreciables, porque van dirigidas de forma premeditada y con eficaz diseño sobre determinadas mentes a las que se quieren adocenar; mentes que bien por su ignorancia las menos veces, o por su orgullo u odio ancestral las más, son fáciles presas de sus propósitos a los que con la técnica del parany tratan de embaucar sin ninguna clase de escrúpulos, a los que consideran como vulgares pajarillos cuya falta de libertad están dispuestos a aceptar.

Cuando vemos, oímos y leemos los procedimientos y exabruptos usados por Ángel Luna desde su falta de lealtad hacia sus propios electores; cuando sentimos vergüenza por las esperpénticas y desalmadas maneras de Mónica Oltra instigadora de acciones violentas; cuando escuchamos el farisaísmo doctrinario de Juan Soto; o detectamos las acciones chulescas de Carmen Alborch, y todos ellos desde hemiciclos democráticos con el consentimiento a la sazón del “curita de Alacuás”, quien después de bajar del Sinaí con sus tablas que de inmediato tuvo que arrinconar amenazado desde su mismo partido, es cuando se demuestra que la corrupción no es en exclusiva producto del vil metal, sino practicada cínicamente por quienes en la política han visto la mejor manera de medrar, y dispuestos a inocular a sus incondicionales el zumo ácido de sus mentiras.

Denuncias presentadas por la izquierda, que como los sepulcros blanqueados, lucientes y hermosos, conservan en su interior la peor de sus inmundicias.

11 abril 2010

ZAPATERO Y EL LIBELO

ZAPATERO Y EL LIBELO

Si con el franquismo primó la ocultación, con el “zapaterismo” campa a sus anchas el libelo. Y si eran los partidos de fútbol televisados, a la par que las corridas de toros (esto nos decían) los que alejaban a los súbditos de la realidad social imperante, clama al cielo que sea en la actualidad la telebasura (es lo que vemos) la que adocene y evite a la sazón, la capacidad de discernimiento acerca del momento histórico en que vivimos; fruto sin duda, de un “talante” prometido que iba a convertir a España en una nación moderna, socialmente avanzada y lejos de cualquier enfrentamiento, sea regional, sea callejero.

Más bien, quería decirnos Zapatero, todos unidos al calor de la pipa de la paz, y eso sí, propensos a favor del enriquecimiento cultural de una juventud esperanzada en su futuro que iba a prever lisonjero y lejos, por supuesto, de la cultura del botellón

Este era el guión prometido por José Luis Rodríguez Zapatero, pero que ya sobre el albero y ante la realidad de sus carencias, no ha tenido otra salida que la de las barreras donde escudarse y el recurso de las mentiras que desde el primer día de su mandato no ha dejado de utilizar.

Tal es el caso del uso que ha diseñado en torno al caso Gurtel y en especial dirigido hacia la Comunidad Valenciana en donde el recurso al libelo alcanza su mayor alto grado.

Tras la amenaza de un extenso sumario que vería su luz en el momento que más conviniera a Zapatero, pero que a modo de folletín y por entregas no ha tenido el menor descaro en autorizar su publicación en un medio afín, llegado el momento de su publicación y en contra de la amenaza incesante de la apisonadora mediática a su servicio que no se ha tomado un segundo de respiro, salta a la vista que no hay un solo indicio que culpabilice al Partido Popular en la Comunidad Valenciana de toda clase de corruptelas que sobre él mismo se han vertido.

En la práctica del libelo ejercida por Zapatero, reside su confianza en desbancar de la Alcaldía y de la Generalitat al Partido Popular, a falta de otros métodos.

Pero al igual que le salió mal el ejercicio de la mentira ante la crisis que se empeñó en ocultar, que no por error o equivocación como él mismo ha tratado de justificar, será el caso Gurtel el que afiance aún más en las instituciones a los populares, a pesar de que un personajillo chiquilicuatre como Ángel Luna, recurra a procedimientos de baja estopa, más propios de un picapleitos en torno al mundo del hampa, y dispuesto a pagar de su propio bolsillo el informe que “le haga falta”, según él mismo ha tenido la desvergüenza de manifestar.

08 abril 2010

DESPLIGUE POLICIAL EN EL CABANYAL

despliegue policial en el cabanayl

No es lo normal que para el cumplimiento de una Ley aprobada en el hemiciclo municipal de Valencia, contando además con el beneplácito por diferentes sentencias de la Audiencia Provincial además del refrendo del Tribunal Supremo, y que con anterioridad fue sometida electoralmente contando con la aceptación no sólo mayoritaria sino absoluta, no es normal, digo, que cuando va a ejecutarse la Ley en beneficio de un barrio necesitado de su rehabilitación, sea necesaria la presencia de los Cuerpos de Seguridad ante la amenaza violenta de un grupo de sobra conocido por todos, dispuesto a hacer frente a unas obras cuyo tramite ha superado la más absoluta legalidad.

No es nada recomendable, ni higiénico, especialmente por su amenaza al fortalecimiento del Estado de Derecho, que de forma violenta se trate de impedir el cumplimiento de una ley sometida a votación popular.

Acción violenta, como ya la anunciaron hace pocas fechas desde su condición de Diputados Autonómicos de forma expresa y del agrado de la bancada socialista municipal- encaminada a poner toda clase de trabas al legítimo derecho que tienen los vecinos del Cabanyal a vivir con dignidad, a verse a salvo de la cochambre y del peligro que en la actualidad existe en su zona más degradada y a cuya rehabilitación se está dedicando con todos sus esfuerzos el partido que nos gobierna. Esfuerzos sólo frenados por un grupo ajeno al barrio que ha visto en la acción lenta de los Tribunales la posibilidad de degradar aún más el barrio y a la búsqueda de una presunta renta electoral que jamás se trasladará a sus escaños.

Recursos utilizados siempre desde la mentira, desde el engaño y desde el más absoluto desprecio a los vecinos del barrio del Cabanyal, pero recurriendo al apoyo del sectarismo más pancartero que desde allí a donde se les llame, acuden a toque de corneta con el único objetivo de la cizaña y de la confrontación vecinal, como únicos anhelos.

Si recientemente y por unanimidad de los dos grupos políticos en el Ayuntamiento, se aprobaron los derribos y cuya ejecución hoy mismo ha comenzado, no se entiende, repito, la necesidad de tal despliegue policial en la zona afectada.

La amenaza existente sobre el “estado de derecho” y sobre nuestras instituciones, se cierne de la mano ministerial de quien no tienen en cuenta el deseo mayoritario de los vecinos. Vecinos que poco a poco hacen acto de presencia en sus balcones demandando la urgente regeneración del barrio mediante el proyecto de la apertura de la “Avenida al Mar” reivindicado especialmente en los últimos treinta años y por los diferentes Consistorios que lo han gobernado.

Siendo lo más esperpéntico de todo el que quienes desde sus escaños debieran someterse al resultado de las urnas y a los deseos de los vecinos, son en cambio los que instigan, fomentan, alientan y participan en acciones violentas, incluso atentando contra las fuerzas del orden, quienes con el ejemplo de cumplir con su obligación, les emplazan al mismo tiempo a cumplir con las suyas. Misión a la que están llamados en sus escaños, pero no desde la insidia de las mentiras, sino con la decencia de la verdad.

04 abril 2010

FESTES DE CARRER

festes de carrer

De la Valencia conventual intramuros, cuyas casas de religión superaron el centenar dedicadas en su especial tarea a velar por el cuidado tanto del enfermo como del necesitado y a la sazón en beneficio de sus almas, quedó inculcada en la población la devoción a los santos y a las vírgenes a cuyo amparo se establecían, así como a los que por su especial significación fueron elegidos como patronos de los muchos gremios, a cuya protección se aglutinaban los integrantes de cada uno de los oficios. A lo que se sumaba la devoción hacia antiguas leyendas, fruto de milagrosas apariciones o a la más importante de todas las advocaciones marianas que existían en nuestra terreta: la de la figura de la Cheperudeta. Como también la fe a nuestros santos patronos vicentinos, como lo fueron primero San Vicente, el último mártir poco antes de la conversión al cristianismo de Roma, y la emergente figura de San Vicente Ferrer, quien no sólo destacó por sus innumerables milagros, sino también por su elevada talla política tan decisiva en la resoluciones del Cisma de Avigñón y la del conflicto dinástico de la Corona de Aragón celebrado en Caspe, de tan feliz resultado para su Reino.

Y de toda aquella efervescencia urbana y como señal de agradecimiento en quienes gozaron de sus favores, surgieron no sólo en todos los barrios, sino también en las distintas calles que formaban cada uno de ellos, multitud de fiestas que completaban todos los meses del año, sucediéndose unas tras otras.

Fueron las conocidas como “les festes de carrer”, alcanzando a celebrarse en más de un centenar en la Valencia decimonónica y que desgraciadamente han ido desapareciendo, no sólo en su celebración, sino también en su conocimiento, aunque de algunas pocas nos quede su recuerdo, incluso por fortuna hayan llegado hasta nuestros días en su festejo.

No es esta la ocasión de entretenerse en todas ellas, dado su volumen que agotarían al lector, pero si el citar algunas a sabiendas de que serán la mayoría las que se queden en el tintero; lo que dará idea de su abundancia, a la par de sentir la tristeza de ver algunas perdidas en las cenizas del tiempo; “festes de carrer” que se certificaban en los muchos altarcillos cerámicos que en su homenaje decoraban las calles de Valencia.

En honor a San Cristóbal habían más de veinte paneles cerámicos, lo que nos habla de la elocuencia del santo dentro de la ciudad; así como los de San Jorge y Santa Catalina sobre la muralla cristiana, de la misma manera que existieron a lo largo de ella y en su honor, el de la Cruz de Santa Elena, el de San Andrés en el “fossar del jueus”, el de la Trinidad, en la puerta de su nombre, el de la Virgen de la Bona Vía con San Vicente Mártir en la porta de la Mar y de San Vicent, así como los que destacaban en recuerdo de Santa Isabel, de la Mare de Deu, de la del Rosario, y de San Jorge, que fueron titulares de las puertas de los Inocentes, del Portal Nou y del Temple.

En la plaza del Ángel y en memoria de San Miguel, el Ángel Custodio; Santa María de Gracia en la calle de su nombre; “del Santets” en la Plaza de la Congregación; la calle del Mar con la casa natalicia de Vicente Ferrer; la Mare de Deu de la Misericordia en el Convento de la Puridad, cercano al Tossal; la plaza de San Jaime con su altarcillo, aún en nuestros días; la Santa Cena en la Casa de Beguins, de la plaza San Agustín; la festa de San Donís con sus llumenárias, trons i masclets; los miracles de San Vicent; la fiesta del Corpus, con sus rocas y bíblicos personajes; o la universal de nuestras fallas de San José, o las de San Jaime, nuestra Feria de Julio que culmina con una batalla floral.

Convienen citar para dejar constancia de su abundancia, la Fiesta de Nuestra Sra. de los Ángeles de la calle Pie de la Cruz; la fiesta de la Virgen del Carmen, de la calle Espada, antiguamente de los Asnos; también a la misma Virgen en el carrer Baix de Alfondech; a Nuestra Señora de la Soledad en la calle Bany del Pavesos; la de San Roque en la calle Vinatea, al igual que en la de la Bolsería al mismo santo; a la Purísima Concepción en la calle las Botellas; la fiesta de la Cruz, situada en el convento de Santa Tecla, derribado para la apertura de la calle de la Paz; la fiesta de Gaspar Bono, en la calle Cañete, cada vez más vigente; la de La Pilarica en la calle de Santa Teresa; la fiestas de San Roque, en la plaza de la Merced; la fiesta de Sant Bult, en la Xerea; la de la Cofradía de los Sastres, en la actual calle Pascual y Genís en honor a San Vicente Mártir, su patrón; la ya citada Virgen de la Bona Vía en la calle Comú dels Peixcadors, junto al Convento de San Francisco; San Cristofol, patrón de los pelaires en la calle de la Corona; o Nuestra Señora de los Ángeles de la calle de En Sanz, o la que aún se celebra todos los años en la calle de Sagunto: la “festa de Sant Antoni del porquet” con el recuerdo a la olivera ante el Santuario a la que había que dar la vuelta.

Citar más “festes de carrer” no conseguiría acrecentar la evidencia de la Valencia festiva durante todas las semanas del año, y el no mencionar todas, sí el inferir quizá algo de malestar en algunos al notar su ausencia como fiesta querida y sentida. Festejos todos de gran devoción popular y en los que nunca faltaban el incienso de les panolles, de los porrats, de la carabaça, dels codonyets, de les sireres, del llirons, del meló de alger, etc. en sus ambulantes paradas que les ocupaban todo el año, y en las que tampoco faltaban los recuerdos de cerámica o las estampas devotas dentro de un amplio programa de festejos en cada una de las fiestas.

“Festes de carrer” que como recuerdo es el de un pasado arraigado en nuestras tradiciones, muchas de ellas desgraciadamente dormidas y otras olvidadas para siempre.