Si das una vueltecita por mi Blog, espero sea de tu agrado.

23 septiembre 2009

EL IMPERIO DE LA LEY: LA LEY DEL TALIÓN

La ley del talion

Acabáramos. Lo que les ha venido al pelo a los ediles socialistas de la capital turística de la Comunidad Valenciana es la coartada en la venganza hacia la persona de Maruja Sánchez, la concejala socialista que dio el poder al Partido Popular hace casi dos décadas.

El afán de revancha una vez pasado tanto tiempo sigue impoluto, cual “ley de talión” del ojo por ojo y diente por diente, tal vetusta formula utilizada para hacerse con el poder, independientemente de un pacto firmado entre los dos grandes partidos, y que si los ediles de clase de tropa de uno y otro grupo no han hecho caso, los auténticos firmantes del pacto, en este caso el Presidente de Gobierno con “línea roja” en Benidorm, es el que da su place de acuerdo a su talante, cuyo auténtico significado hemos descubierto en el tiempo, día a día, mes a mes, año en año.

Papá Pajín, amigo en lo personal del Presidente Zapatero y padre de Leire Pajín, en la actualidad docta dama en la  cumbre del Partido, hija ésta a la postre de Mamá Pajin, ya Teniente Alcalde de Benidorm, son quienes en su conjunto han tramado un escenario en el que gozan llenos de orgullo.

Es este el caso en el que el “Pacto de Familia” cumple con su propósito y el patrimonio de los Pajín ve abrir sus puertas orientadas a mejores cosechas.

Los ediles de Benidorm, eufóricos en su patraña, se han dado de baja del partido, pero su carné sigue en sus manos, girado sobre la pared, a la espera del momento de las próximas elecciones en el que le darán la vuelta.

El único harakiri es el del tránsfuga Bañuls que muy bien sabe que en la primera cita electoral perderá su sueldo, por lo que nos alegraría saber cuál es la recompensa. Quizá esté confiado en la promesa de que siempre habrá un lugar del pesebre donde hacinarse, y con la seguridad añadida de que aquello de que Roma no paga a los traidores pertenece a un pasado ciertamente más noble.

El Pacto contra los tránsfugas se ha roto por su fragilidad, y estando Zapatero de por medio a nadie extraña tal es su costumbre en estos menesteres. Su ejemplo cuestiona la responsabilidad de quien nos Gobierna que, como en tantas otras ocasiones, navega sin rumbo fijo, sin orden, sin concierto. Lo hace por el mar de sus vaivenes, convertido en el peligro público número uno tanto en lo económico como en lo social sin olvidarnos en lo político, con las ínsulas nacionalistas que él ha mismo ha avivado. En su navegar, rompe aguas ante un mundo atónito entre quienes se hallan los que le dieron su voto.

¡España sabrá de un nuevo talante! nos decía Zapatero. A fe que lo vamos conociendo.

Como a su niña.

20 septiembre 2009

LA HISTORIA DE JUAN MARRAJO

jUAN MARRAJO

EL VALLE DE LA RUINDAD

Cuando Juan Marrajo quiso ver el Sol creyó que estaba ciego. Gritó, pero sus voces, sin rendijas por donde escapar se incrustaban en sus oídos. Una enloquecida presión estallaba en sus venas y con las uñas hurgaba sus carnes alimentando su furia. Aquel espacio era tan reducido que ya no tenía sitio donde alojar el aliento. Inició su particular lucha contra la muerte dispuesto a vencer aquel encierro.

En su intento de fuga se descarnó el rostro y rompió sus rótulas golpeando el bajo techo. Sus ojos, encharcados de sangre, intentaron abrirse paso ante la oscuridad, pero sólo lograron el intento de escapar de sus órbitas. Llevó sus manos hasta la cara destrozándose así mismo. Despegó sus carrillos de los pómulos, arañó sus párpados y por su rostro se deslizaron los ojos extirpados de sus cuencas. Uno de ellos desembocó en su boca y abriéndola con sus alaridos, lo engulló.

Si la lluvia mueve la losa y el viento tumba los árboles, aquella furia abrió las entrañas de la tierra y su despojo se arrastró por un campo de almas, alumbrado por los fuegos fatuos del camposanto y guiado por su olfato.

Un caballo alado lo aupó a su grupa y lo trasladó al Valle de la Ruindad posándolo sobre un lugar yermo en el que el único signo de vida que se detectaba era la Fuente de la Avaricia.

Quiso saciar en ella su sed, pero le resultó imposible. Con sus manos, tensas e inútiles, quiso aliviar sus llagas, pero fracasó en su intento. Al poco tiempo recibió la visita de unos buitres que, atentos al forastero, quisieron saciarse con él. Luchó contra ellos y con mucho esfuerzo consiguió huir.

En la huida chocó contra una roca ardiente al pie de la Montaña de la Vanidad. Sus manos, abrasándose, se adhirieron a la pared y al instante sintió el hedor de la carne quemada. Tiró con fuerza para soltarse y dando un traspié cayó a un pozo sobre unos cuerpos infames y de los que se escuchaban, ya entre ellos, los quejidos del terror.

Trató de conversar con aquella mugre utilizando un lenguaje de lamentos, pero nada averiguó. Entonces imaginó que eran todos unos miserables que debían de haber llegado a aquel hoyo desde un mundo de ambición en el que purgaban sus pecados de la avaricia. Se consideró igual a ellos, pues no encontró diferencia en el aspecto, tanto en asquerosidad como en mutilaciones la similitud con todos era evidente. Hedían, y luchaban furiosos buscando su libertad, pero se ignoraban sin saber lo que hacían ni por qué estaban allí. Entonces sintió pena por ellos, por su manifiesta ignorancia y trató de ayudarles instándoles a la búsqueda de sus almas, las que les liberara de aquel pavor y les sirviera para ubicarse en algún lugar del mundo donde encontraran su identidad.

Semejantes en todos ellos era la posición y estado de sus manos, de dedos estirados, en actitud mendigante y quizá destrozadas por la codicia. Ignoraba si compartían con él su único deseo, el que por su simpleza jamás había anhelado: gozar con un pequeño sorbo de agua junto a un trozo de pan duro. Sin embargo, estaban hambrientos alimentándose con su propia sangre igual que lo hubiera hecho un animal.

Saciaron el apetito y tirando todos, unos de otros, salieron de aquel pozo. La noche era fría y el silencio se rompía con sus rugidos. Juntos, caminaron lentamente hacia un pequeño poblado, guiados por la referencia de unos ladridos. A su encuentro, salió la jauría encolerizada, a cuyo aviso, escopetas en mano, acudieron las gentes del poblado. Resultó un fuego inútil, pues cuanto más plomo recibían en sus entrañas, mayor era el deseo de pervivencia de aquella turba. Entonces comprendió que eran muertos vivientes, los cuales, como siempre, caminaban sin brújula ni destino, como anhelando que algo o alguien les ayudase a comprender.

Caminó escondido entre ellos, lo que le salvó de los disparos. Sintió terror por todo lo que le rodeaba: por aquel grupo desnortado, por las dentelladas de los perros y por los plomos que abrían en su rostro furiosos regueros de sangre.

Aquel suplicio se convirtió en sosiego cuando un impacto se estrelló en su pecho cayendo sobre el fango. Alcanzó la paz al verse en un túnel ante un haz de luz blanca que le deslumbró.

Cuando recibí aquella llamada, acudí de inmediato a Urgencias. Juan Marrajo, mi mejor amigo, había sido ingresado en el hospital por un infarto. Estuve veinticuatro horas a su lado y cuando despertó me pidió un sorbo de agua. Me dijo que necesitaba humedecer su boca y que deseaba confesión.

EL RETORNO

Juan Marrajo me pidió confesión además de un sorbo de agua. Pero no era a Dios sólo a quien temía. Toda aquella ensoñación había sido real, y él, su protagonista en primer plano. En su cuerpo, manchas de seca sangre se esparcían como evidencia de haber participado en un aquelarre cuyas fantasmagóricas imágenes recordaba de muy pocas horas.

Ya llegada la medianoche, cuando la oscuridad reinaba en el viejo hospital al que había llegado víctima de un infarto, Juan Marrajo abandonó su habitación tanteando por las paredes de la planta baja hasta dar con una puerta de la que tras girar su pomo salió a un jardín. Muy cercana había una ermita con el reflejo de la luna sobre su ábside, cubierto de musgo bajo un tul de hiedra que lo vestía. Y junto a la ermita, un camposanto con losas negruzcas bajo las sombras de los cipreses que como agujas en ristre mecían sus puntas. Del hueco de la espadaña colgaba un murciélago cerrado de alas, como si fuera un badajo a la espera de una señal fúnebre que levantara su vuelo.

Una fosa abierta a la negrura y de la que salía un vaho denso y plomizo, captó la atención de Juan, y más, al sentirlo nada extraño, duda que de inmediato resolvió al acercarse a su boca de la que surgía un hedor registrado en su mente, tal horrible vivencia de hacía escasas horas.

Era una fosa no muy profunda y con una escalera de hierro sujeta a uno de los lados y descolgada al fondo de lo que parecía ser un panteón, descansando sobre un montículo de tierra prensada. Quiso huir de tan lúgubre lugar, pero al dar un último vistazo trastabilló. Cayó dentro de la tumba asiéndose a uno de los barrotes, del que resbalaron sus manos estrellándose contra el suelo, al tiempo que la escalera oscilante caía sobre su cuerpo produciendo un chasquido que retumbó en las paredes y un dolor en su cuerpo rendido al espanto.

Un pajarraco alzó su vuelo escapando por el claror que desde el fondo semejaba un rectángulo de estaño.

Se dio cuenta entonces de cuatro pasadizos, y solo en uno, en el de su izquierda, una tenue luz al fondo mostraba el camino más fiable. Era, al menos, la única salida posible en la confianza añadida del viento que desde aquel pasillo surgía aliviando su rostro.

Avanzó por él tres pasos y al fijar su pie en el siguiente cedió el suelo. Una boca rugiente lo engulló cayendo sobre una mugre harapienta de cuerpos retorcidos de los que salían manos de cuyos dedos descarnados colgaban lenguas de carne. Todo en medio de una atmósfera de vahídos, débil, pero de una pestilencia tal, que el aire allí existente era igual de pegajoso que la masa humana, que si de incontables cabezas, más parecía que sus cuerpos formaran uno solo. Decenas de lamentos, brazos hambrientos, dedos ansiosos, cabezas de huecas órbitas, todo un amasijo de cuerpos entre colgajos de carne en las paredes, cual pinacoteca dantesca propia de un surrealismo infernal en la que con cuajos de sangre signaban sus autores. El recuerdo del Valle de la Ruindad le vino a su mente y el desagüe de sus desechos moría en aquella sima.

Y como preso por una tela de araña quedó victima de aquellas fauces que empezaron a devorarle sintiendo el aguijón de los dientes en sus huesos y el desgarro de su carne de la que tiraban insaciables. Perdió sus extremidades mordisqueado su cuerpo, descarnaron sus huesos, sus vísceras se perdían en el cieno y muy lentamente iba desapareciendo lo poco que de él quedaba. Tan solo su corazón y su mente, junto a su alma, resistían tenaces aquella orgía. Incapaz de huir de aquel amasijo su única pregunta era quién cedería primero, si su pensamiento o su corazón.

Esta era su única convicción y de ella surgía su fortaleza. Mientras quedaran ambos, la esperanza en la vida era el único madero al que sujetarse en aquel mar nauseabundo. Con su garganta destrozada entre borbotones de sangre que se diluían en aquellos seres horribles, mentó desde su alma llamando a la vida. Fuerza que dictada por su cerebro conectaba al corazón, pero que nadie oía porque el altavoz de su boca era ya inexistente.

Pero fue tal la creencia llamando a Dios, que sintió cómo su alma, siempre viva, volaba de la nada para unirse a su cuerpo navegando al exterior.

Y caminó victorioso hacia la ermita donde al levantar la mirada a la espadaña vio esta vez su campana de bronce cuyos resquicios daban paso al Sol secando el musgo en la mañana. Mientras tanto, las hojas de hiedra tomaban baños de oro y un tañido de gloria anunciaba la fiesta del domingo que a la hora del mediodía se iba celebrar.

(La historia de Juan Marrajo ha participado en el 1º Proyecto Anthology con el título “El Valle de la Ruindad” y continuó en 48º Proyecto Anthology con “El retorno”: Temas ambos: Los zombis.)

13 septiembre 2009

PACTOS DE FAMILIA

Pactos de familia

Eran los tiempos en los que por la llegada de un Borbón a España se consideró la conveniencia de los “pactos de familia”; acuerdos firmados y que se hicieron famosos en el siglo de las luces, el llamado de la Ilustración.

Los Borbones sellaron su cercanía hasta tres veces, empeñados en los mejores logros para Francia y España, aunque en el fondo, lo que subyacía en ambas Monarquías era asegurar sus coronas ceñidas en las sienes. Al considerarse los monarcas más fuertes tras las firmas de los pactos familiares, creían verse entonces libres de las amenazas de quienes deseaban poner freno al poder que sobre la vieja Europa pudiera ejercer la borbónica familia.

Llámense como se llamen y nombrarlos es innecesario, pero pasados tres siglos, los pactos siguen firmándose entre los partidos políticos. Dicen que por razones de Estado, al igual que procuraban los monarcas ilustrados, con la diferencia de que igual que se sellan, en la actualidad, cuando conviene, con gran facilidad se rompen. Tal y como hemos visto en la época del talante.

Pero no siempre se rompen y hay familias que nacidas de la nada, destacan, y a la sombra del poder, marcan su terreno. Diestros en los cauces de su ambición, marcan su hoja de ruta con el único objetivo de su enriquecimiento personal, ocupando para ello todos los cargos posibles.

De “pacto de familia” es el caso del papá Pajín y mamá Iraola, ramificado a la que pese a su condición galáctica, luce nombre de monasterio, quizá inducida la familia por la paz monacal del Leire, a cuyo soledad se garantizan los mejores seminarios para el más sustancioso de los frutos.

En Benidorm marca la familia sus reales y en torno a su playa, monta el mejor escenario diseñado con celo convencida de sus dominios.

La ambición de los Pajín es insaciable y a través de sus entrepiernas logran el mayor de los regates. No sólo a cualquier acuerdo entre partidos, sino a las propias órdenes de quienes directamente dependen, instrucción que se pasan por su arco de triunfo y que por lo visto es amplio y floreado. Arco de triunfo fortalecido por el visto bueno de Zapatero, de cuyos amores, nacidos en tierras leonesas, se sienten protegidos.

Y en la floritura, la pantomima de la rotura del carné socialista simboliza la propia falsedad de un clan enriquecido en lo económico gracias a las tramoyas y bastidores de un partido que les ha asegurado unos ingresos superiores a los veinte mil euros mensuales, y que con el próximo y deseado aterrizaje de la niña prodigio en el Senado español, la cifra bonita de los treinta mil está a vista de pájaro.

Si el prudente Blanco y desde que fuera Ministro duda de la aseveración de que el umbral de la riqueza está en los cincuenta mil euros al año, no sé qué pensará de una familia cuyos ingresos no sólo superan esa cantidad, sino que los multiplican por diez, gracias a un compromiso social que “dicen” ejercer, al tiempo que sus patrimonios crecen de mes a mes.

Ambición ésta, que por lo visto, y según denuncia la ahijada política de Zapatero, queda en exclusiva para el infame burgués cuya mayor dedicación es la de vivir a costa de los parias de la tierra, a cuya defensa de estos, Leire Pajín, y como en la foto arriba, levanta un puño, mientras que con la otra mano extendida mangonea la sufrida caja pública de Zapatero, a la que, por supuesto, el clan familiar, servicial, acude cada fin de mes.

04 septiembre 2009

CON LA LEY SIEMPRE EN LA MANO

CON LA LEY EN LA MANO

Sólo con el simple ejercicio de darle a la moviola y libres del comecocos al que nos hemos visto sometidos en los últimos treinta y cinco años, es cuando uno puede darse cuenta de la forma en que se ha tejido todo un entramado que ha hecho posible que el “entorno etarra” se haya convertido en una bestia sedienta de sangre con el único objetivo de hacer daño. Nutridos por el cebo del odio que tanto les alimenta, en el fondo lo que les aterra es verse sueltos de la urdimbre que les atenaza, por lo que su única dedicación es mantener cerrados los postigos de su propia libertad que cualquier ser humano anhela. Condición ésta que consigo mismo destierran quedando a merced de un instinto salvaje que, como una droga, les han pinchado en sus venas.

Si en la región vascongada -prisionera del atrezzo hecho al gusto de un par de iluminados expertos en montajes de falsas bambalinas- y desde la platea de las verdes montañas, o desde los palcos de sus austeros caseríos, vieran muchos de sus antepasados fieles a su paisanaje, la función que se ha publicitado por las tres provincias vascongadas tan ajena a sus siglos de historia, de seguro dirían que este no es mi Patxi que me lo han cambiado.

Pero no fueron los Baroja, Unamuno, Samaniego, López de Ayala, Legazpi, Elcano y un largo etcétera, intelectuales unos y con agallas otros, los reencarnados cuya bonanza tan buenos frutos hubieran dado al buen pueblo vasco, sino el de “un nuevo amanecer” encubierto en pecado de apostasía por un jesuita que con el testigo de un febril Sabino Arana, haya sido el causante de tanto desafuero y cuyo peor fruto ha pincelado de sangre los ríos de tan bellos parajes vascos.

Hacía mucha falta en la política vasca un lendakari como el actual que no tiene ninguna duda de su españolidad. Decidido también a la denuncia de tanta falsedad y en llevar a la cárcel a quienes su carne es de presidio.

Endurecer las penas y cumplirlas en su integridad es un simple compromiso que debiera tenerse con la sociedad que sufre la lacra del terrorismo. Sin embargo, más parece, y lo es, una loa al desatino la decisión del juez Eloy de Velasco, que sentado en su mesa, bien de moderno diseño, bien de noble nogal y barrocos adornos, tire del cajón buscando la justificación que deje en la calle a quien sabe de su arrojo a los actos de terror, olvidándose, de que en el otro cajón y en sus recovecos, tiene a su disposición razones legales para negar su libertad.

Y al igual, como un insulto a las victimas debe tratarse, el corporativismo de los jueces ante un hecho cuyo resultado a la salida de la cárcel haya sido la apología terrorista en torno a una exultante etarra, sin que ningún juez, y a sabiendas, ordenara su vigilancia e inmediata detención en el supuesto de ello.

02 septiembre 2009

LA TENTACIÓN TOTALITARIA

la tentacion totalitaria

Llega el clásico momento de la vuelta al redil, el que sucede todos los años tras el periodo vacacional, en esta ocasión reducido su disfrute en el mayor de los casos a tan solo una semana, o bien a ninguna, acogiéndose con resignación cristiana no haber podido disfrutar del merecido descanso de treinta días: el periodo por excelencia después de muchos años y que ahora toca olvidar.

De esta guisa vuelve el curso político con sus motores calientes, al igual que lo estaba el periodo anterior, con el Gobierno de Zapatero cruzado de manos, empecinado en que nos olvidáramos de la crisis imaginando otros quehaceres. Puso en marcha la maquinita de hacer dinero y se lo dio a capazos llenos a los bancos olvidándose de la pequeña y mediana empresa con la sonrisa en sus labios, mientras que con el ventilador de la manipulación lanzaba llamas incendiarias con su soplete de mentiras dirigidas con gran destreza sobre las comunidades gobernadas por el Partido Popular.

Fue Jean-François Revel, en su famoso libro denuncia “La tentación totalitaria”, quien puso los puntos sobre las ies alertando de la peculiar forma de gobierno de los partidos izquierdistas, la de ofrecerse a la clase trabajadora mientras que su única preocupación es la del engaño y su único afán el del poder perpetuo.

Tal y como se ha visto en el caso Gürtel, cuya única finalidad es la de que los votantes de izquierdas mantengan su fijación de enojo en el Partido Popular olvidándose de la crisis, de las mentiras de Zapatero, manteniendo viva la llama demonizadora contra aquellos a quienes no pueden derrotar en las urnas elección tras elección, como es en el caso de la Comunidad Valenciana, donde se les ha pretendido involucrar con mala saña y meditada vileza en imaginarios casos de corrupción.

Ahora airean una nueva teoría de la conspiración iniciada por Ana María Cospedal, cuando lo único que denuncia y pide al Gobierno de Zapatero y a su Ministro de Justicia, es que por su competencia en el caso, investiguen cómo han llegado de forma machacona a un diario adicto a la Moncloa asuntos a resguardo de los tribunales; y que dado su frecuencia, hace pensar que en su principal cometido de salvaguarda, el poder judicial no han cumplido sus deberes. Y por supuesto, sin descartar que la autoría de semejante intoxicación, sean de los mismos que de forma sibilina se resisten a su investigación.

Al tiempo que se produce la gran desvergüenza, propia de un estado totalitario y en el mismo seno de las Cortes Españoles, como es el caso de que todos los partidos políticos se hayan negado a la investigación solicitada por el Partido Popular a falta de pruebas.

Algo parecido al supuesto que se pudiera plantear cuando un vecino denunciara ante la policía al ver su perro con la cabeza sangrante tendido en su portal y la sospecha de que uno de sus vecinos fuera el causante de la muerte del animal, y en este caso, como única respuesta, contestara la policía que no inicia su investigación a falta de pruebas. Demencial.

Pues al igual que el perro asesinado, las portadas de El País, muestran sus columnas ofreciendo materia que resulta ser secreto sumarial. Información luego tendenciosa y que por lo visto, parece que su salida a la opinión publica, no sea suficiente prueba como un hecho delictivo, toda vez que debiera estar a buen recaudo en las sombras de los juzgados, pero que se ofrece a la luz gracias a la vileza de alguien muy próximo al poder judicial que abre sus apliques.

La sospecha de maquinación está justificada ante la irresponsable falta de investigación, no sólo del Ministerio de Justicia y del propio Zapatero (según él, el adalid de la transparencia, aunque su presumido talante yace olvidado en algún baúl) sino también de las Cortes Españoles ante un hecho bien cierto y visto por todos, propio de un estado policíaco y sin derecho de amparo. Sobre todo, para quienes discrepan de un poder que se cree omnipotente.