Si das una vueltecita por mi Blog, espero sea de tu agrado.

16 agosto 2023

UNA SOCIEDAD ENFERMA

 

El cuerpo humano es atacado por un llamado virus que se instala bien en su sistema nervioso,  bien por sus venas y arterias,  o bien por sus músculos, aunque en otras ocasiones también por sus huesos. 

El resultado nos lleva a un escenario nunca deseado: el de un cuerpo humano enfermo. 

Pero éste fenómeno también se repite en la sociedad, y las causas igualmente son múltiples. 

La que nos ocupa viene facilitada en la actual urbe española por una persistente corrupción mediática a la que se suma la instalada en el poder judicial que ha posibilitado el que en estos días un prófugo de la justicia se haya convertido en el árbitro de nuestra vida política, además, con el viento a favor de un VAR televisivo, que niega el evidente penalti que muy bien visto por toda la sociedad, una de sus partes lo niega en aras de un revanchismo que corre por la piel de toro, como si del peor de los virus se tratara.

Sólo una sociedad enferma, desnortada y sin defensas, es capaz de lograr en unas elecciones a Cortés Españolas que un prófugo, convertido en Eurodiputado gracias a unos órganos judiciales corrompidos hasta su propia médula, se convierta en dueño de sus designios para elegir a un Presidente del Congreso, a un Presidente de Gobierno y con unas facultades muy superiores a las que goza nuestro Jefe del Estado. Se consulta así mismo.


Lo dicho, una sociedad enferma que ha hecho posible en el pasado 23J que un virus maligno, el del revanchismo, se instale entre nosotros para conseguir su fin pretendido. 


Que no es otro que el de un río revuelto que sólo procura beneficios para quien desde Waterloo, eligió el oficio del astuto pescador.


19 septiembre 2020

¡ BASTA YA !

¡BASTA YA!

Fallecido Franco, la anexión de España a la Comunidad Europea, en todo orden, era de necesidad; y no sólo en lo comercial como hasta entonces.

Las Cortes Españolas, los sucesivos gobiernos y el Jefe del Estado faenaron para ello. El éxito fue innegable, refrendándose una transición política cuya aceptación corría favorablemente en el boca a boca del pueblo español. Incluso allende los Pirineos y Ultramar.

Nadie dudaba de las atrocidades de uno y otro bando durante la guerra civil,  de las que decididamente se pasó página y hacia el olvido.

Particularmente, pienso y creo que bien, que lo más noble de la contienda -siempre existe la nobleza ante cualquier suceso- estuvo en las trincheras, mientras que las páginas negras se escribían en las poblaciones. Se moría en el frente en defensa del puesto, mientras se asesinaba en las ciudades.

Tras una Constitución de consenso nació la España de la reconciliación que disfrutamos y tuvimos durante casi treinta años. 

Hasta que un infame Zapatero ordenó reescribir la historia. Y no sólo ante el dato objetivo, que también, sino con la vuelta a la escena de viejos bandos: el de los buenos y el de los malos. Donde los "malos" de antaño eran los "buenos" de ahora y los "buenos" de entonces se convertían en los "malos" de nuestros días.

Pasados casi cincuenta años con la aparición del Coletas: la tabla de salvación de Pedro Sánchez, surge entre ellos un matrimonio de pura convivencia avivado desde la voracidad de lo más rancio de nuestra piel de toro, en agravio, con el mayor de los descaros, del pueblo español, que en su indefensión se encuentra ante un escenario dañino para la convivencia española, al que gozosamente aplauden los más sectarios de la sociedad obligados por el telediario.

Y por todo ello digo: ¡Basta Ya!

20 abril 2020

MI OJO TURCO


De mi viaje a Estambul y visita al Kapali Carsi, uno de los mercados más célebres del mundo -que en su recorrido resulta ser algo así como un tornillo sin fin, un laberinto de sensaciones inimaginables- popularmente conocido como el Gran Bazar, me traje, entre otros recuerdos, un talismán u ojo de la suerte que guardo en mi casa. Me traje dos. Uno, el que les muestro, lo tengo colgado en la pared que observo con frecuencia, dicho sea: sin hacerle caso, a lo que, sin embargo, me veo obligado cuando estoy ante el teclado de mi ordenador. El otro, en un estante de obra situado en el recibidor de mi casa dirigido hacia la puerta, a la que vigila. Con ésta intención lo puse en su día.

Hace catorce años de aquel viaje. Desde entonces me acompañan ambos “ojos turcos” sin que en todo este ya largo tiempo les hubiese hecho caso.

Hoy he bajado a por el pan. A pocos pasos de  mi casa, horno cercano, como suelen estar todas las panaderías. Lo primero, echar la basura al contenedor. Y tras levantar una mirada a los balcones aún cerrados y por mi calle, ausente de gente, inicié el trayecto.

Media docena de personas esperaban su turno, así que en muy poco tiempo he logrado mi ración para al menos dos días, al tiempo que me veía seguro con mi mascarilla y guantes como protección recomendada que se completaba con el distanciamiento exigido. 

Curioso, avanzas por la calle y cuando ves algún vecino que se acerca, inicias un distanciamiento automático que, por lo que nos dicen, evita la posibilidad de contagio. 

Este acto de huida personal resulta más complicado en el interior del supermercado donde al desplazarte por los pasillos para tu provisión alimenticia, otras personas hacen lo mismo, lo que ocasiona incluso algún mutuo rozamiento que te hace divagar sobre la peligrosidad de ese “territorio comanche” que terminas de invadir, por más que las precauciones que te exigen a la entrada, sean como un salvoconducto que hace me sienta más seguro ante la adversidad.

He regresado a casa, donde el sencillo pulverizador a base de agua y su correspondiente ración de lejía dispuesto en lugar estratégico me librará de todo posible mal. 

Y con todo, mis amigos “ojos turcos” que tenía olvidados, pero no en estos días, siguen vigilantes y atentos a mi custodia. Y por lo que me cierne, además del recurso a los consejos televisivos, su presencia hace que se avive en mi la esperanza que cumplan con su misión de evitar la entrada a mi domicilio de esta especie de pesadilla que nos confina en casa cuando vamos próximos a cumplir sus cuarenta días y sus cuarenta noches. Cuestión de fe, siempre tan necesaria. 

En ellos confío. Como Santa Bárbara, cuando truena.


26 septiembre 2019

MARÍA JESÚS Y SU ACORDEÓN




Se les caldea la boca: ¡Progresistas! Como lo oyen. Progresistas por aquí, progresistas por allá, que en segundo cántico mejor sería pajaritos por aquí, pajaritos por allá, tal y como cantaba María Jesús con su acordeón por las playas de Benidorm.

Pajaritos por aquí, progresistas por allá, que, al fin y al cabo no deja de ser más que un falso y triste cántico para un público despistado.

Porque si entendemos la solfa para disfrute y solaz de la clase media española, media o medio  baja, ello es pura blasfemia. Pero no blasfemo contra Dios, sino contra la gente que ellos, los progresistas, dicen tratan defender. En todo caso entretener, previo pago de una entrada, que si cierto es barata, la de acudir a las urnas, en su afán multiplicador, sólo sirve para mantener en la poltrona a quienes tocan el acordeón.

Porque si escuchamos su melodía, díganme cuándo y cuánto la clase media y clase medio baja, tuvo épocas de bonanza en los últimos cuarenta y cinco años.

Lo cierto es que no la han conocido desde que se agotó la buena despensa que había recibido Felipe González, y que después, el felipismo, nos llevó a los umbrales del paro masivo; salvo el periodo de Aznar, a quien con un acordeón de las Ozores le acosaron con saña, para sufrir después la “champions league de Zapatero” que superó los 6.000.000 de parados.

Eso sí, ahora, muy progresistas que es de lo que se trata, en su intento de formar un gobierno de esta condición, que no resulta ser más que una falsaria etiqueta, falsa donde las haya.

Para ello, ya no recurren al acordeón, sino al Tezanos exigido por Iván Redondo con frecuencia quincenal para que no decaiga el ritmo, mientras que desde la secta progre y a través de su panfleto oficial de La Sexta, nos sermonean a diario entre las bambalinas de un progresismo que llegó desde Venezuela… y a la cazuela.

Progresistas de salón por aquí, pero pajaritos por allá.  O lo que es lo mismo: progresistas por aquí, pajaritos por ahí .

¡Qué bien afinan el acordeón!

16 febrero 2019

QUE SI CHURRAS O MERINAS: -LA GRAN FARSA DE #ELPROCÉS



Con la que está cayendo lo más insano que sufre la sociedad española de esta última década es el dardo envenenado que viene punzando sobre su piel de toro -tanto en cuanto su resultado es de final y alcance impredecible- mediante una escenografía urdida a conciencia sobre el actual tablao del esperpento, avivada por el poder mediático, dando vida a un guión mutado al salón de nuestras casas en su objetivo de influir en nuestro quehacer diario, que, visto lo visto, lo consigue pese al hartazgo nacional.

Lo bien cierto es que todos los españoles tuvimos ocasión de presenciar a través de las televisiones, un 27 de Octubre del 2017, cómo, desde un suntuoso palacio, vestido con todo lujo de detalles a cargo de los Presupuestos Generales del Estado, esos que pagamos todos, vimos, les decía, cómo la mitad de los parlamentarios autonómicos situados en gloriosa escenificación desde su balaustrada interior y con el President Puigdemont al frente,  batuta en mano, cómo se proclamaba la República Catalana, cuya teatralizada voz y a través de los altavoces, salía al exterior de la calle donde esperaban el mensaje sus adoctrinados seguidores.

Sustentado todo en un imaginario histórico inexistente: el de la Gran Farsa, moteada como  #ElProcés

Han pasado los últimos catorce largos meses, el necesario para que con el beneplácito mediático y con la increíble ayuda del Poder Judicial que en su dejadez ha posibilitado la tramoya, unidos por el sucedáneo “del buenismo”, tan en boga, y sahumada con la eficacia de la caja tonta, prensa y medios digitales, cercanos o no  a la gran farsa, donde, todos a una como en Fuenteovejuna, han laborado para que lo que fue un rotundo y nítido acto golpista, ahora se cuestione, y que aquel manifiesto -que si churras o que si merinas- navegue día tras día sembrando la duda para la ciudadanía, en su consideración de bien un presunto delito de rebelión o en la conveniencia del de sedición, o de ninguno de ambos, que también se escucha con gran desvergüenza.

Es decir, como si aquel día no hubiera existido en nuestro almanaque. Como si nada hubiésemos visto en la tele aquel día, cuya noticia tuvo alcance universal.

¡Catorce largos meses para esto!

Mientras tanto, los actuales presidentes de la Generalitat, el Torra, y el Presidente del Parlament, el Torrent, no han dejado ni un sólo instante para seguir en lo mismo, malversando, en su afán de consolidar el golpe institucional, sin que hayan actuado ni policías, ni jueces, amén de con el silencio cómplice de conocidos medios, incapaces de denunciar ante la opinión pública una legislatura autonómica en la que el constante choriceo de nuestros impuestos, los míos y los de Vds., era y es la costumbre habitual de la casa: la del otrora “seny catalán”, tal y como sucedió con sus antecesores: ahora uno desertor de la justicia en su Waterloo como refugio, y la otra, la Forcadell, en la cárcel.

Y en todo este contexto, el destarifo y machacón, inasequible al desaliento, cual desprecio a la inteligencia humana, donde se insiste desde los medios, a cargo de “tertulianos de oficio” y "políticos de medio pelo", fariseos en suma, en la necesidad de negociar lo innegociable, cuando en realidad y “ellos lo saben”, resulta ser un imposible, toda vez que los independentistas, en esta guisa, adoptan la forma de un desorejado frontón con el que es imposible consensuar.

Ni siquiera la modalidad en la que jugar a la pelota.
  

27 febrero 2018

EL PROCÉS




Conocido como “el procés”, ha tenido sus tempos. No obstante, la sinfonía al logro de la tormenta perfecta ha sido siempre la misma. Su escenificación durante los últimos años ha sido centro de atención en telediarios y en tertulias televisivas con veladas inagotables; en primeras, en segundas y en terceras columnas de los diarios más acreditados, hasta llegar al hastío, se han rubricado con las mejores plumas, aunque como suele decirse no todo el monte es orégano.

Y también en las páginas de sucesos hemos visto daños colaterales con cierta algarabía. Lamentable, en mi opinión, tanto en cuanto no se haya hecho hincapié y con mayor insistencia, acerca de los puntos claves de una hoja de ruta cuidada con esmero en cada uno de los instantes de su proceso, lo que no significa veracidad de sus actos, las más de las veces tan falsos como maliciosos.

Una sinfonía que vio la luz en la Sala de los Ponentes del Parador de Gredos con la aceptación por parte de los presentes de una Carta Magna consensuada en la que aparecían unas Comunidades Históricas que jamás habían existido, validadas por el zascandil argumento de unos estatutos de autonomía de dudosa legalidad, cuanto menos. Su aprobación en referéndum dio validez a la patraña y la inescrutable sinfonía iniciaba su marcha. En muchas ocasiones desde la deslealtad, tal y como el paso del tiempo ha demostrado.

Su allegro en base a una falsa historiografía tuvo su inicio cuando una vez transferida la enseñanza a la Generalitat Catalana, fueron sustituidos unos 25.000 profesores por otros nuevos con encomiendas precisas ajenas a su función, o sea a la carta y con textos zurcidos al gusto del disfraz nacionalista. Rebatir sus hechos históricos nos resulta tan fácil como lo ha sido llevarlos a la naturaleza de dogma sin que el freno constitucional actuara contra la añagaza. El camino a las kilométricas Diadas estaba trazado y la trampa sutil nacía de las aulas.

Luego llegó la hora del adagio en forma de slogan y el “Espanya ens roba” retumbó por calles y plazas de Cataluña emitido desde las instituciones autonómicas sin que la Fiscalía General del Estado saliera al paso de la infamia, mientras que para la televisión pública catalana tan sólo representaba un preciado comic en aras de la mayor audiencia.

Apareció un día el minuetto centrado en el amañado “derecho a decidir”, urdido a bombo y platillo, propio de un sainete que, pese ser un derecho inalienable a las personas, su límite debe circunscribirse a aquello que a uno le pertenece, sin más circunloquios.

La soberanía reside en la totalidad del pueblo español y no de una parte de ella en exclusiva, por lo que no es cierta la legitimidad que se propaga desde unas instituciones tuteladas por quienes no son más que funcionarios del Estado al que desde tiempo inmemorial se deben faenando por su cohesión.

La España romana ya sabía de su vía augusta trazada desde los Pirineos a Cádiz. Por otra parte, y en cuestión de derechos inalienables, dicho sea de paso, es cierto que cualquier parte de un todo debe o debería tener la opción a abandonar su aposento, pero con las cuentas claras. Claras y pagadas. Si imagináramos esa posibilidad, trescientos años de proteccionismo español volcado desde el propio Estado y en beneficio de Cataluña tiene su precio, más si cabe, cuando el resto de la nación no ha tenido las mismas prebendas. Que se echen las cuentas.

El presto, o traca final, ha sido la proclamación de la República Catalana con un órdago a la “Constitución Española del 78”, fruto de una transición política considerada como ejemplar hasta hace pocos años, en la actualidad denigrada tanto por los independentista como por el populismo surgido en un periodo de recesión económica que les ha venido al pelo a los patrocinadores del “procés”, quienes en todo momento se han encontrado a favor de un viento que más que frenarlo, ha sido la judicatura española la que le ha dado alas, tanto en cuanto la Fiscalía General del Estado en su dejadez de funciones ha representado para los dispuestos al golpismo y a la sedición su mejor baluarte.

Fuegos de artificio que por su apoteosis final ante unas próximas elecciones autonómicas al dente del 155, quedará en falso letargo, siempre despierto a la espera de un nuevo brío con la complacencia de medios afines, de jueces impertérritos con la mirada hacia otra parte, y con una panda de políticos nacionalistas que juraron o prometieron lealtad a la Constitución que ahora difaman. También las Cortes Catalanas del 1700 juraron lealtad a Felipe V cuando su llegada a España.

Cataluña sólo se entiende desde el artificio, dicho en román paladino desde la mentira.

Julio Cob Tortajada - Escritor y bloguero.

28 enero 2018

IUIDICIUMS INTERRUPTUS


Es lo que hay. El Alto Tribunal Constitucional necesita divagar durante más de seis horas para concluir que no se puede investir a un ausente. O sea, que si aparece, se inviste. 

Aunque sea un prófugo de la Justicia desde hace cuatro meses, toda vez que ha sido proclamado por un presidente de las Cortes Catalanas que previamente ha contactado con el sedicioso sin que la policía ni ningún juez le hayan solicitado al mencionado Torrent ayuda para su detención. Presidente autonómico cuya hoja de ruta es la misma que la de su antecesora en el cargo, en la actualidad en libertad bajo fianza y a la espera de un juicio que probablemente se llevará a cabo en 2028. Los diez años de rigor.

En la misma situación se encuentran otros sediciosos infractores de la Ley, cuyos juicios están en la cola, por lo que es presumible que en la década de los treinta tengamos noticias.

Lo del señor Trapero es otra cosa, en cuanto se encuentre un e-mail extraviado se buscará la fórmula para su archivo.

Mientras tanto el Gobierno de la República en el exilio se dedica a las cuestiones propias de su sexo con un presupuesto diario de unas cuantas decenas de miles de euros, cuyas transferencias son efectuadas de forma puntual desde Cataluña, que al no estar tipificadas en el código penal, ni ir a una cuenta de Bárcenas, no son impedidas. Por lo visto la malversación tiene dos caras, y en este caso detrás de la trama no está el PP.

Alcaldes, diputados, mesas autonómicas, Tv3 pública, mesnada y otras gaitas, laboran con absoluta impunidad al servicio de la República de Cataluña, mientras que jueces e instituciones trapichean para que las aguas naveguen por los recovecos que a los independentistas facciosos les favorece.

El juicio de los Pujoles  duerme en el baúl de los recuerdos, dispuesto para la afrenta ciudadana, mientras que el de Oriol Junqueras y sus secuaces es una mosca cojonera que los mismos jueces tratan de evitar.

La justicia española y el independentismo se temen, aunque más bien el segundo ama y necesita del primero, cuya ayuda éste le ofrece. Del amor al odio sólo hay un paso

El iuidicium interrupto encaja con el amor, como la vida misma.
  

21 diciembre 2017

CATALUÑA EN ELECCIONES


Tras la proclamación de la República Catalana por parte del gobierno autonómico en un proceso golpista que amordazó a la oposición, Mariano Rajoy, en su obligación constitucional y como hombre de Estado, anunció elecciones para unas nuevas cortes catalanas que se celebran hoy.

El poder judicial, de inmediato, se puso al curro -después de unos años de dejadez en su obligaciones de salir en defensa del Estado- y con prisión preventiva mandó a la cárcel a una pequeña parte de los facciosos, dejándose seducir días después por las mentiras disfrazadas de arrepentimiento de buena parte de los detenidos, que lograron, por este procedimiento, salir de prisión, para ya, en campaña electoral, y acto seguido, manifestar su pase por la entrepierna de todo cuanto emana de la Carta Magna y en especial de los jueces.

Hoy es el día del voto y vamos a ver dentro de unas horas el resultado de unas elecciones en las que no se busca la forma de gobierno, sino el dar luz al retrato de una sociedad de la que no tenemos claro si persiste en el mantenimiento del otrora peculiar seny catalán, o mostrar al público un grabado cincelado desde la infamia con la utilización del fino buril de la farsa, a la sazón mediatizado y a golpe de martillo gracias a la corrupción mediática, judicial  y docente, que, algunos más que otros, aceptan con algarabía.

Un sector de la población catalana éste, que ha mutado desde su ancestral seny catalán a su integración en las filas del vocerío –bien a las claras o de forma sibilina- dispuesto al enfrentamiento social, familiar y a lo que haga falta, incluso a la deriva económica que ya asoma por doquier. Manifestado vemos que aquello de que para los catalanes la pela es la pela, queda en entredicho. 

Cual fuere el resultado no hay otra:

O Carles Puigdemont a la cárcel, o Puigdemont I, President de la Generalitat, de correcaminos. 

En el exilio, por supuesto.

10 noviembre 2017

"EL RATA DE PUIGDEMONT"



Visto lo visto en cuanto a la actuación de los independentistas catalanes y de quienes son ágiles en el desprecio de nuestra España, en la que tantos unos como otros se retroalimentan con la misma sustancia que no es otra más que la perentoria  necesidad de mentir, cuando no ejercitarse en la insidia, tal y como hemos tenido ocasión de comprobar en  múltiples ocasiones, hay que tomar decisiones.

Las historias y leyendas que aportan es un cúmulo de falsedades desde la A a la Z del índice historiográfico. El rigor que pretenden es un insulto a la inteligencia, especialmente dirigido por los independentistas a los ciudadanos sitos desde Port Bou a Alcanar, desde Fraga a Calella de Parafrugell,  instados desde el caciquismo actual al enfrentamiento social y familiar, logro que han conseguido con creces. Y qué hablar del distanciamiento producido entre los “vecinos de barrio” sitos en la Cataluña entera.

A su mayor grado de independentismo, la perversidad en sus acciones es el marco de referencia que ya ha dejado de sorprendernos: la maldad es su foco, tal y como estamos viendo en “el rata de Puigdemont” que en su pretensión de colocar una pica en Flandes, lo único que está logrando es el testimonio de su perversidad; y más como persona, que como político.

Por estos y por aquellos que de una forma u otra, vestidos de buenísimos unos, de tan distinguidos como falsarios demócratas otros, han participado en alimentar directa o indirectamente el carcinoma que destruye a una región española, sin importarles un pito que se extienda por la piel de toro, desde esta red social, desde mi muro, manifiesto mi pretensión es dejar de participar en lo que representa un coro de fariseos de contrastada autenticidad por sus soflamas.

De todo ello, a principios del siglo XX ya fue denunciado por Blasco Ibáñez con el acertado titular de La Lepra Catalanista en la portada de su periódico El Pueblo, lacra que actualmente tiene su punto de infección en “el rata de Puigdemont”.

05 noviembre 2017

AL FISCAL GENERAL DEL ESTADO


A nadie se le escapa que la situación política en España es grave. Amenazada aún más por el independentismo catalán que en su imaginario colectivo ha vivido en las últimas semanas instantes de gloria, caminando por el resbaladizo tejado que guarda la Carta Magna: el baluarte legislativo que nos protege a todos, en lo individual y en lo colectivo.

Para escenificar la última proximidad al edén soñado, en prolíficos alardes a los que son propensos los nacionalistas catalanes, eligieron la escalera interior del Parlament desde donde entonaron Els Segadors: himno advenedizo que no destaca precisamente por ser un cántico a la paz.

Pero ante la metáfora de unos escalones que representan el camino a su ascenso, veamos también el recorrido que han realizado en los últimos años para llegar a su actual rellano, tras haber ultrajado, no sólo la Constitución Española, sino el hemiciclo de las Cortes Catalanas en dos maratonianas sesiones parlamentarias donde con las continuas violaciones de sus propias reglas, dieron el jaque mate a la dignidad de la institución.

Sin embargo, igual de grave ha sido la vieja y urdida campaña de que “España nos roba”, a la que unieron un interminable merchandising  teledirigido en su conjunto al pueblo catalán (también al exterior europeo) sin importar la edad del receptor, y con mayor intensidad si cabe al segmento juvenil, por su condición de fácil presa.

Pero esto sólo ha representado el decorado de un auto sacramental historiográfico sustentado en la falsedad permanente de los hechos. Las más de las veces con la invención de unos sucesos que nunca sucedieron, entre los que acaecidos tras la llegada de Felipe V y en falsario vodevil, alcanza la cota más alta por su desvergonzada representación teatral, aderezada con morcillas de insidias que no resisten la crítica de cualquier historiador, a excepción de aquellos que en su encomienda están a las órdenes de la Generalitat Catalana con el único certificado docente de estar al servicio de la causa.

Dicen los más osados, carentes de argumentos sólidos, que la solución está en una República Federal, que por otra parte ni explican, ni nos dicen en qué consiste. Y la falta de atrevimiento a este reto, es porque en la comparación, saben muy bien que la capacidad de autogobierno de la autonomía catalana en la actualidad, es difícilmente superable en su observación ante cualquier otra región europea, trátese bajo el paraguas de una monarquía o de una república.

Mientras que lo que trasciende en el fondo, tiene en su exigencia en la demanda de una mejor financiación, que básicamente se reduce a recibir más pelas. Lo que no deja de ser en su fundamento una inmoralidad manifiesta si comparamos la calidad de servicios de los que se benefician los ciudadanos catalanes, ante la observancia con los existentes en otras regiones españolas.

Y en la igualdad de todos, está la sustancia de ese Estado Democrático del que tanto se les llena la boca a los incumplidores de la Ley.

Mala solución tiene la enfermedad cuando su virus se ha inoculado en la sociedad catalana desde unas instituciones corruptas, tanto en lo económico con el 3% conocido por todos, como en lo mediático, prensa, radio y caja tonta, aderezado todo con aromas del Montserrat  y con la escenificación de unas diadas tendentes al logro de un fanatismo evocador que imposibilita a sus reclutados para el más leve discernimiento.

Dígase lo que se diga, el peligro no está en la enfermedad, sino en el virus que una clase política desvergonzada y autoritaria, no cesa de inocular.

Enfermedad que podía haber sido sanada si la Fiscalía General del Estado en los últimos años hubiese cumplido con su obligación, en lugar mirar hacia otro lado ante “el procés”.

Por lo que su prevaricación ha sido una constante.

A su conocimiento.